En la segunda mitad del siglo XII, el imperio beréber de los almohades se extendía por las dos orillas del estrecho de Gibraltar gracias al poder de sus dos capitales, una africana en Marrakech y otra europea en Sevilla, nodos de comunicación de importantes rutas comerciales. Su soberano, Abu Yaqub Yusuf, reformó con bellos jardines el alcázar urbano de Sevilla y emprendió numerosas obras en esta antigua ciudad andalusí para ganarse el favor de la población local, como una nueva y monumental mezquita aljama y un impresionante perímetro de murallas; fuera de éstas, junto al arrollo Tagarete, en un vergel donde ya el rey poeta al-Mutamid había situado un siglo antes una serie de huertas de recreo, el emir Abu Yaqub Yusuf decidió construirse una agradable almunia como segunda residencia rural. Su gran alberca dará nombre al conjunto: al-buhayra, la laguna, el "pequeño mar".
La Buhaira sevillana reunió lo mejor de los conocimientos hidráulicos y agrónomos de la civilización andalusí. En sus terrenos, el emir contó con calificados agróponos que diseñaron el jardín y eligieron una gran diversidad de especies para las plantaciones, como los olivos del generoso Aljarafe, abundantes manzanas o las infinitas variedades de peras que enviaron los gobernadores de Granada y Guadix más otras que se cultivaron, todo lo cual convirtió a esta almunia en un verdadero jardín-huerto de experimentación botánica. El emir hizo reconstruir un acueducto, los llamados Caños de Carmona, para abastecer el gran central estanque, una alberca similar a otras construidas por los almohades tanto en al-Andalus como en el Maghreb, que no hacen sino aludir en definitiva al poder de la dinastía, cuyos señores son capaces de traer agua, crear una laguna artificial y evocar así un paraíso.
Tras la caída de los almohades, estos jardines y palacios pasarían a un estado de ruina total para terminar siendo reforestados durante el siglo XVI. El lugar entró así en un un periodo de decadencia donde solo su nombre, "Huerta del Rey", recordaba su antiguo esplendor. Solo a finales del siglo XX se decidiría acondicionar los terrenos como parque urbano, inaugurado en 1999. Las obras de puesta en valor de los restos islámicos conservados intentan recuperar el antiguo esplendor de los que fueron uno de los jardines-huertos más importantes de la Edad Media andalusí.
La Buhaira sevillana reunió lo mejor de los conocimientos hidráulicos y agrónomos de la civilización andalusí. En sus terrenos, el emir contó con calificados agróponos que diseñaron el jardín y eligieron una gran diversidad de especies para las plantaciones, como los olivos del generoso Aljarafe, abundantes manzanas o las infinitas variedades de peras que enviaron los gobernadores de Granada y Guadix más otras que se cultivaron, todo lo cual convirtió a esta almunia en un verdadero jardín-huerto de experimentación botánica. El emir hizo reconstruir un acueducto, los llamados Caños de Carmona, para abastecer el gran central estanque, una alberca similar a otras construidas por los almohades tanto en al-Andalus como en el Maghreb, que no hacen sino aludir en definitiva al poder de la dinastía, cuyos señores son capaces de traer agua, crear una laguna artificial y evocar así un paraíso.
Tras la caída de los almohades, estos jardines y palacios pasarían a un estado de ruina total para terminar siendo reforestados durante el siglo XVI. El lugar entró así en un un periodo de decadencia donde solo su nombre, "Huerta del Rey", recordaba su antiguo esplendor. Solo a finales del siglo XX se decidiría acondicionar los terrenos como parque urbano, inaugurado en 1999. Las obras de puesta en valor de los restos islámicos conservados intentan recuperar el antiguo esplendor de los que fueron uno de los jardines-huertos más importantes de la Edad Media andalusí.